La nanotecnología empieza a romper moldes, y a hacer soñar a muchos con la posibilidad de que, por ejemplo, la medicina se tecnifique hasta el punto de que no sea necesarias muchas operaciones, ya que, en un futuro no muy lejano, serán nanorobots los que, inoculados en inyecciones, se activen para operar desde dentro con el tamaño que tendrían pequeñas células.
El padre de la “nanociencia” es el Premio Nobel de Física Richard Feynman, que en 1959 fue el pionero en la idea de fabricar herramientas y productos a partir del simple reordenamiento al nivel atómico. Y la idea inicial, el chispazo, salió de la informática: ordenadores con este tipo de tecnología podrían consumir una ínfima cantidad de energía y ser mucho más eficientes y rápidos. El consenso general es que estamos a las puertas de una tercera revolución industrial que produciría un cambio general en todo lo referente a la fabricación de la materia, como en los nanotubos de carbono que se usan hoy ya en muchas aplicaciones. Los avances nanotecnológicos protagonizarían de esta forma la sociedad del conocimiento con multitud de desarrollos con una gran repercusión en su instrumentación empresarial y social.

No obstante, hay que ser precavidos: la manipulación molecular todavía está en pañales y la alteración del orden atómico básico de la materia tiene efectos totalmente nuevos que en muchos casos pueden ser impredecibles. Otro aspecto clave es la aplicación en sí: el mismo nanorobot usado para eliminar tumores desde dentro o sellar microroturas arteriales también puede ser usado como tecnología de guerra para matar en silencio y de manera invisible. O peor, tener unos efectos imprevistos. No sería la primera vez que ocurre, pero todo avance tiene unos efectos colaterales que todavía están en estudio.
Fuente: http://www.elcorso.es/reportaje-nanotecnologia-la-revolucion-de-lo-minimo/
Fuente: http://www.elcorso.es/reportaje-nanotecnologia-la-revolucion-de-lo-minimo/
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